Zamora es una de las ciudades españolas que posee uno de los más valiosos conjuntos históricos por su conservación y su belleza artística, lo que la ha llevado a ser considerada como una gran ciudad monumental.
Aunque los estilos se mezclan y superponen a lo largo de los siglos, su mayor riqueza patrimonial data de los siglos XI y XIII lo que le ha valido el sobrenombre de Ciudad del Románico. Una de las principales edificaciones de esta época, que ha sobrevivido hasta nuestros días es su Catedral, Monumento Nacional por real Orden desde el siglo XIX y declarada Bien de Interés Cultural, forma parte del más bello Patrimonio Histórico de España.
Fue mandada construir por el Obispo Esteban entre 1151 y 1174 con el auspicio del rey Alfonso VII y de su hermana Doña Sancha y aunque la torre y el claustro son ligeramente posteriores, ya que se terminaron en 1202, la premura de la construcción ha dotado al templo de una gran homogeneidad y equilibrio. Se consagró a San Salvador.
Predomina el estilo románico más puro aunque tiene influencias borgoñonas y cistercienses. Originalmente fue un templo monumental cuya planta se dividía en tres naves, rematados en otos tantos ábsides que fueron sustituidos en el siglo XV por los actuales góticos.
Bóvedas de cañón apuntado en el transepto, de arista en las laterales y de crucería en la nave central, marcan las diferencias entre los distintos espacios, mientras que la pieza más destacable y espectacular es el cimborrio, que con una clara influencia bizantina, constituye una pieza única en la arquitectura de la época. Por suerte ha sobrevivido intacto hasta nuestros días para poder ser admirado, un enorme tambor, perforado por 16 ventanas, apuntalado por cuatro torrecillas y adornado con columnas, arquillos ciegos, capiteles y recubierto de escamas y que sirve de iluminación al crucero de la nave central.
Otro de los elementos más característicos es su torre, de 45 metros de altura.
Marga G.-Chas Ocaña