En Palencia destaca la impresionante figura del Cristo del Otero de entre todo su paisaje urbano, justo detrás de la ciudad y presidiéndola, convirtiéndose con los años en el emblema de la misma, en su custodio desde lo alto del cerro que antaño, ya era un lugar mítico y refugio para la contemplación.
El monumento al Sagrado Corazón que los palentinos han erigido, mide 21 metros de altura y fue construido en cemento gris por Victorio Macho en 1931. Su estilo muestra algunas influencias del Art Decó y quizás algo del Cubismo. Su postura guarda también algunas similitudes con el estatuario del Antiguo Egipto, algo que lo hace más intrigante y único en el mundo, siendo la posición de sus manos un motivo constante para debates. En tamaño, este Cristo es la segunda más alta y grande de Europa y de las más altas del mundo. Pero ¿fue una idea espontánea de la época, una ocurrencia de los palentinos de entonces?
Se sabe que a finales del siglo XII, por orden del rey Alfonso VIII, se proyectó erigir una colosal estatua en honor al Cristo del Corazón de Jesús que tendría 30 metros de altura. La estatua sería de oro, pesaría más de 11.000 toneladas. Sólo en su comienzo atrajo a cientos de peregrinos y Pallantia (Palencia) notaría un gran incremento de sus riquezas. En el siglo XIX se encontrarían pruebas de su existencia y también de su “desaparición” el 10 de diciembre de 1344, escrito en un papiro. Al parecer, una terrible tormenta asoló la comarca: granizo, lluvia, rayos y relámpagos seguido de inundaciones, como nunca antes se había conocido. Al despertar el día raso, los habitantes salieron de sus refugios y observaron aterrados que la estatua había desaparecido.
Bajo la estatua hay una ermita y como nota añadiré que el autor de la obra monumental se encuentra enterrado en la misma. Tanto la ermita como el museo están excavados en la roca. Hay una Romería que se celebra el 16 de abril en honor al Santo Toribio, personaje que se refugiaría en una primitiva ermita que había en honor a Santa María, conocida como “la del Otero”. Luego, se tiene constancia de que allí siempre hubo una ermita y muy posiblemente erigidas o excavadas sobre los restos de otros santuarios más antiguos.
Así que podemos constatar, a través de pruebas físicas y testimonios, que el cerro donde descansa el Cristo del Otero, ha sido siempre un atractivo para todo lo espiritual, con un “magnetismo” extraordinario, mucho antes del cristianismo y quizás Palencia, en sus tiempos más primitivos, antes de su fundación como asentamiento organizado, pudiera albergar también a sus primitivos devotos.
Toni Ferrando.