El Cid descansa en bronce asiendo con fuerza su famosa espada de nombre Tizona y frente a las frías aguas del río Arlanzón a su paso por Burgos. Este monumento es el centro de toda la ciudad y el punto favorito por los burgaleses para quedar con amigos, para una tarde de compras o para una cita romántica. En la estatua del Cid, no tiene pérdida.
Quienes no conocen la ciudad detienen invariablemente sus pasos frente a la estatua del Cid a caballo, con la capa al viento y en actitud de lucha. Así lo imaginamos todos, siempre aguerrido y siempre victorioso.
Fue esa actitud caballeresca y arrojada de la que siempre hacía gala, la que inspiró al artista creador de esta obra, el almeriense Juan Cristóbal González de Quesada. Su inauguración aún es recordada por algunos de los habitantes de cierta edad de la ciudad, ya que fue el mismo Francisco Franco quien se encargó de ello en el año 1955.
Las mejores vistas del monumento se obtienen al acercarse hacia él atravesando el Puente de San Pablo, escuchando el murmullo de las aguas debajo y observando el ir y venir de los habitantes de la ciudad alrededor del Cid.